Seis de la mañana. Todavía no sale el sol.
El frío paceño es bien acogedor. Increíble, ¿no?, una ciudad que hasta su clima
gélido te abraza. Caminas desde donde estés hasta donde vayas mientras tengas
unos audífonos puestos, La Paz
te regala los mejores escenarios para hacerte elevar y perderte en tus adentros,
o sea como si te chinearas pero sin chinearte.
Esta ciudad que el cemento
y concreto se come a la mujer y al
hombre y al mismo tiempo es devorada por cerros y montañas que pretende
ubicarla en el centro de su cuerpo.
Cuando te subes a un minibús “la música, el
ambiente y el chófer son bien chéveres” o al menos así dice diciendo uno de esos stickers
en el interior. Ese pequeño habitáculo sobre ruedas donde la falta de
ortografía es una característica: “tu embidia es mi vendisión”, uno se da
cuenta que no le llegaría a tener ni un poquitito de embidia. Una fotito del Wolevar
o el Estronguer porque representan
los colores del corazoncito del maistrito.
Si hace sol y de paso ese que te deja ciego y bien lurias, ahistá su quitasol
bendecido en Copacabana. Los oídos de los pasajeros se privilegían y a la vez
on torturados con el tema del momento que lo escuchas en las calles mientras
vas pati´perreando, o bien puede ser el súpertracklist
del chófer, que va desde Yarita Lizeth, Bronco, Brindis, Carro Show, Enanitos
Verdes, Maná, Kjarkas, los K’achas, la Kachorra, Nene Malo y sus clasiquit’s.
Te bajas en la esquina que tienes que quedarte
o en el lugar que al maistro le ha
dado la gana. Ves cebras y no estás de safari, no estás en África, ni siquiera
has salido del país. Éstas van saltando, juegan con las y los ch’itis y se
divierten con los peatones e incluso con los chóferes. Pero La Paz es un caos, cruzar de una
acera a la otra es una proeza maldita,
ya que los minbuseros, tacheros, micreros y pseudoconductores no miran nunca a
un extraño conocido, sips: el semáforo.
Crucificado a pesar de sus luces y no haber
hecho nada malo, tiene una eterna conversación con el paso de cebra, quien está
postrada justo debajo de él. No sabemos qué hablarán o chismearán pero son
recurrentemente ignorados como su prima, la pasarela que algunas calles se la
ha visto pero tampoco está en su labor destinada, se queda quietecita esperando
ser pasada y repasada por algunas personas responsables.
Y por si fuera poco, como arbolitos de
navidad, puedes ver a unos tipitos de verde, bien plantados y parados para
dirigir el tráfico y para evitar que haya una jodida trancadera; pero como que
eso es inevitable en nuestra ciudad, ¿no?. Estos paquitos, que ahora más que
policías parecen guardias forestales de Yellowstone, se han conseguido - les
han dado - nuevos amiguitos, Guardias Municipales de Transporte se habían
llamado; todito de azulito son sus uniformes de los jovenos y las jovenas, su
espalda de verde y una línea cuadriculada albinegra les rodea. Dice que para
poner orden a los minibuses los habían creado, porque “en la Pérez no se para, no se
sube, ni se baja”, yaaaaaaa.
Ahurita que los veo a éstos, los extraño bien harto a los frutillas, no a
ellos en sí, sino a su uniforme, porque los mismos son, ‘misma chola con
diferente pollera’, como dirían. Aunque a quitarnos el trago y a echarlo en la
calle en frente de nuestros tufos, extraño su colorcito. Sí pues, parece que ya
no fueran ellos, ahora son como los GMT, igualito de azul y de paso sin chiste.
Antes eran los frutillas, ahora…
— ¿Ahora qué son?
— Blueberrys dice que
son.
— ¡Yaaaaaaaaaaaaa!
Seguro así nos responderíamos con mi cuate apenas
me encuentre con él en el monoblock y claro con un pucho compartido entre los
dos hablaremos de más macanas que se nos vengan a la cabeza, hayamos visto o
vivido o simplemente nos estaremos inventado; solamente para estar matando el
tiempo antes de entrar a clases. Y seguro nos vamos a antojar una llauchita con
su apicito, aunque orureño pero ya nos le hemos nacionalizado pues a ese brebaje. O cafecito, con marraqueta y
quesito sería pa’l desayuno. De cualquier manera segurito vamos a ir al MerLan,
sí, a ese monstruito que se ha levantado y se quedado en la Pérez.
Aunque si no alcanzamos ir en la mañanita,
a la media mañana nuestra sajrahorita
tiene que ser inmaculada; buscaremos unas teñas
o tucus y si no, unas sopitas de
fideo.
- Pucha, ¿qué hacemos después?
- Un heladito, ¿no?
-Yaps, pero ¿cuál?
- De canela, frigo, tocinillo o de conito.
El primero que se aparezca. Será la suerte del heladero.
- Yaps, dehuanca.
- ¡F’uta! ¿Y al mediodía?
- Ah, noséps. Pero va a estar jodido el sol, nica salgo.
Sí pues, tienen razón bien jodido es el
mediodía en La Paz,
cuatro estaciones en un día, o mejor dicho cuatro estaciones durante el
almuerzo. Eso sí, estás adentro de una pensión o en tu laburo, miechi que hace un calor como para quitarse
hasta la piel; pero si estás afuera, todo tranqui paseando por el Prado con tu
heladito, o hace un sol de miércoles y tu piel se vuelve cartón; o es una
lluvia del carajo que te moja hasta el calzoncillo, mismo con el que estás
desde ayer porque te saliste de la casa de tu tecua, donde te recogiste y saliste directito hasta tu ofi. Y de paso
estás en camisita (bieeeen carajo) y te la pasas puteando. Nosotros que nunca
aprendemos y por eso siempre estamos desprevenidos ante cualquier cambio de
clima.
¿Y qué más podía pasar aquí? P’ut… otra marcha. Bueno, paceños somos,
paceños seremos, acostumbraditos estamos a estas lides de mañana, media mañana,
mediodía, y un poquito tardecito, pero no pasa de las 4 de la tarde, esa es la
hora en la que los marchistas y los bloqueadores terminan su turno y se retiran
del asfalto. Pero ni que decir, de los ultrapoderosos bloqueos de los chóferes,
esos sí son LA JO-DA.
Huasos son. A chicotazo o k’imsacharanizo
limpio al que haya desobedecido las
disposiciones de los máximos dirigentes.
Miechi, recién me he dado cuenta que te he estado hablando de casi todo lo que puede pasar en esta Hoyada. El objetivo era describir la mañana, me había desviado. Ni modales pues, ahora me voy a bolichear. Y eso será el complemento de estito. Las noches en La Paz también son jodidas pero bieeeeeeen ricas pa' disfrutar. Hasta la siguiente.
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