Varias películas nacionales se han valido de ‘la crítica
hacia la sociedad boliviana’ como piedra angular, aunque de forma disimulada,
para elaborar sus diferentes guiones y retratarla desde diferentes puntos de
vista. Desde Chuquiago, un hermoso film que muestra cuatro historias de
distintas personas, pasando por los – bochornosos – American Visa, Sena Quina y ¿Quién Mató a la
Llamita Blanca?, llegamos a un prolijo y ‘casi nada’ descuidado Zona Sur.
Dentro del tráiler de promoción del film, existen dos frases
que resaltan de sobremanera y que sirven de puntos de partida para entenderla: “El retrato íntimo de una
familia” y “El fin de un apartheid”. A esto hay que adicionarle el contexto
social en el que se filmó, se produjo y se estrenó la película: seguíamos
embelesados con la imagen del primer presidente indígena de Bolivia, Evo
Morales – no por nada hay dos “sutiles” alusiones a este personaje dentro del
largometraje –.
Zona Sur es historia de una familia disfuncional, con
problemas de identidad, con conflictos internos, racismo ligero y clasismo no
tan sutil. Esta familia es compuesta por Carola, la madre que tiene que lidiar
con los problemas de dos de sus hijos, los adolescentes Patricio y Bernarda. El
único punto de calma que ella encuentra es con su hijo menor, Andrés, que es un
niño que le da un aire de distensión a la película. Y como personajes
secundarios están Wilson, el mayordomo y Marcelina, la jardinera, el primero
más importante y más incidente en la historia que la segunda.
Si tenemos presente el “retrato íntimo de una familia” para
analizarla, podemos ver que varios de los problemas que aquejan son propios de
la clase media para arriba. Va de la alienación que sufren Patricio y Bernarda,
hasta los problemas económicos que hacen que se derrumbe un estilo de vida de
toda una familia, como el de Carola. Se puede decir que es una crónica de los
últimos días de las familias acomodadas como tal para dar paso a una nueva
burguesía, la chola.
Se puede ver que cada uno de los personajes representa los
distintos problemas de nuestra sociedad. Carola representa el problema de la
apariencia; se presta dinero de Wilson, además que le debe seis meses de
sueldo, y busca de dónde tener dinero. Pero eso sí, sigue manteniendo el mismo
estilo de vida. Patricio, se puede decir que refleja el quemeimportismo de la
sociedad, con tal que él tenga todo lo que lo satisfaga y sea feliz pues no
importa lo demás. Bernarda muestra el conflicto de identidad y cultural que
todos podemos tener en algún momento. Al tener una relación homosexual con su
docente de la universidad acarrea conflictos con su madre y consigo misma por
la negación a la feminidad que la sociedad la empuja. Wilson representa el
silencio que podemos llegar a tener ante los abusos que nos hagan y la servidumbre
a pesar de todo.
Si se puede decir que es el “fin de un apartheid” es pues
relativamente cierto. Con la presidencia de un indígena, como lo mencioné
anteriormente, una parte de los bolivianos se sintió impuesta por otra cultura,
más que todo en el oriente. Ese fuerte arraigo cultural que representa Morales
afectó negativamente a muchas personas que se negaban al cambio. Ya que hasta
el momento las minorías raciales seguían representando la cúspide de la
pirámide de la sociedad. Y eso se muestra en la película, una familia de
blancos con servidumbre mestiza. Cerca
del final se ve el “cambio”, pues Carola se ve tentada de realizar un negocio
con su comadre, una empresaria chola. Es ese vuelco que refleja el film, los
blancos ya no son los únicos de clase alta, también los cholos y los mestizos
aspiran alto. Los blancos y los acomodados pueden caer. Reitero, es la nueva
burguesía chola.
(Esta "crítica" fue parte de una tarea para la
materia de Redacción II de la carrera de Comunicación Social-UMSA)
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